Con Mi Hija No

Mi hija no es kirchnerista. De inmediato, sus cercanos la tienen por macrista. Pero tampoco es macrista… ni anarquista, ni liberal, ni socialista, ni fascista, ni demócrata, ni republicana, ni peronista de izquierda, de derecha, de centro, de arriba o de abajo. Es niña. Tiene once años y es tan normal que no salió todavía en búsqueda del pensamiento político que la identifique ni del candidato que represente sus intereses. Y eso que tiene intereses, pero intereses niños.

Sus intereses son tan fáciles de manipular que en casa no los manipulamos; a su edad no necesito que venga de la escuela escandalizada u orgullosa por las declaraciones o dineros no declarados de algún ministro. Pretendo que sea niña mientras su arquitectura anatómica, psicológica y social lo indiquen. Su presente está muy relacionado con la escuela y se le pide que haga sus esfuerzos para dar los resultados que se le exigen, aunque no solo académicos, lógicamente sociales también.

Ahí la cosa es, afortunadamente, un poco más compleja. Ir a la escuela ya deviene de una decisión política en la que no participó, y se ha elegido (por ella, para ella) que fuera a escuela pública. Sus maestros ganan menos que lo que merecen, sus superiores lo saben y no lo resuelven, las autoridades gubernamentales y sindicales no salen de la discusión que va cumpliendo generaciones y algunos maestros se jubilan sin haber conseguido en toda su vida lo que es justo, mientras otros más jóvenes se suman a la escena y aportan con nuevo entusiasmo a favor de la causa. Y la causa es justa, el reclamo de aumento salarial es ridículamente justo.

Es tan evidente que los maestros merecen mucho más que lo que perciben, que no es posible defender algún postulado en contra de sus reclamos. Por supuesto que los apoyo. Pero mi hija no. Y no por indiferente ni opositora; porque tiene once años.

Así y todo, sin proponérselo, apoya a los reclamos docentes. Cada vez que hay paro, ella para como sus maestras y, como forma parte de las reglas del juego, no se entra en debate… los maestros deberían ganar más, ¿cómo conseguirlo sin adoptar medidas de fuerza? Tal vez con otras medidas… algo más novedoso que faltar a clase masivamente un día normal de clases… tal vez no algo más novedoso pero sí algo más efectivo, ya que esta estrategia se practica por décadas sin dar resultados. No quiero juzgarlos por no haber ingeniado otra manera de hacerse escuchar, es más fuerte mi apoyo por la educación pública que mi queja por la falta de creatividad de los gremios. Y mi hija también los apoya aunque no tiene porqué, ni tiene porqué entender qué sucede; tiene once años y este problema no lo resuelven los niños. Ni pueden ni deben.

Durante la primera clase de Actividades Plásticas del año que acaba de comenzar, la maestra pidió a los alumnos que dibujaran niños en la escuela, niños amigos tomados de las manos, niños con sus maestros, niños con guardapolvos, niños con libros, niños, niños y más niños. Y los niños dibujaron metros y metros de papeles con niños. Esos papeles luego fueron llevados a una manifestación adosados a las pancartas de los maestros. El dibujo de mi hija fue funcional a una causa para la que no le preguntaron si iba a apoyar. Y fue una causa justa (según su padre, no según ella); también sindical, antikirchnerista, antimacrista, socialista, sarmientista y bolivariana… y mi hija no es nada de eso aunque sus dibujos hoy la contradigan.

Mi hija solo tiene once años, ninguna definición política mientras su arquitectura anatómica, psicológica y social lo indiquen, y el deseo de su familia de que sea niña, sin que nadie manipule sus intereses, que deben ser todavía niños.

Sres. Docentes: 

Estoy de acuerdo con sus reclamos. Ingenien una forma más atractiva de seducir mi apoyo que mezclar la ingenuidad de mi hija con las consignas políticas. 

Cuenten conmigo en su causa, con mi hija no.

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